William Eggleston

Eggleston nació en Memphis, Tennessee donde vive hasta el día de hoy. Hijo de una acaudalada familia, creció en un entorno privilegiado y seguro. Memphis también es su lugar de trabajo, es en esta ciudad del sur de Estados Unidos donde logró rescatar arte de su aburrida cotidianidad.

¿Les suena conocido su entorno? Juergen Teller cuenta que cuando fue a visitarlo a su ciudad, quedó totalmente sorprendido de lo insípido del lugar, realmente “no pasaba nada”. Pero esto se torna interesantísimo al observar el trabajo de Eggleston, quien es experto en transformar  “nada” en algo sublime. No hay un momento decisivo como el que buscaba Cartier-Bresson, tampoco hay afán de denuncia ni cuestionamientos políticos, es simplemente su mágico ojo que ve poesía visual donde nadie más la encontraría.

William Eggleston sólo toma una foto, nunca dos, a veces ni siquiera mira por el lente y siempre, siempre es espontáneo, este artista no planea escenas ni encuadres, es la vida misma y su cotidianidad moderna la que lo interpela constantemente a hacer click . Aún hoy, afirma tomar fotos todos los días. Deambula una y mil veces por sus familiares lugares, Leica en mano, encontrando novedades infinitas. Raramente fotografía personas, de hecho sus imágenes generalmente dan una sensación de ausencia, de personas que han pasado y luego desaparecido. Esta característica impregna su obra de una extrañeza que abre camino a una sensación inquietante.

Y aunque no es el grueso de su obra, cuando la ausencia se vuelve presencia, captura a las personas con la misma maestría. Hay una sensación de momento robado en el quehacer común y corriente, estos personajes muchas veces ni siquiera se han dado cuenta que están siendo retratados en el avance de su día a día.

Se dice que William Eggleston es el padre de la fotografía a color. En sus inicios trabajaba en blanco y negro como todos los demás. En los años ’60 el color era totalmente menospreciado por ser territorio del vulgar mundo de la publicidad, especialmente la de moda. Nadie que quisiera trabajar esta disciplina de forma seria y artística podía osar en usar color. Pero Eggleston no pretendía seguir las reglas; pronto se cambió al color y su obra se volvió icónica. Cuando en 1976 tuvo su primera exposición en el Moma, fue absolutamente criticado y vilipendiado, su arte era verdaderamente radical.

Fotografió a color cuando nadie lo hacía y disparó su Leica hacia perspectivas impensadas. En cuanto a su vida personal; en un periodo poseía dos casa, una para su esposa e hijos y otra para su amante. Eligió Memphis para vivir, una ciudad aislada del mundo del arte y de actitud conservadora.

 

Les dejamos por acá el documental sobre su trabajo titulado The Colourful Mr Eggleston

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